Así fue el primer Wine Tour del año

(*) Por Roberto Colmenarejo 

El jueves de la semana pasada participamos en la primera reunión del año de los Wine Tour del Hotel Sheraton, por la gentil invitación de Nicolás Costantini, sirector de Alimentos & Bebidas.

A diferencia de períodos anteriores, la inauguración del ciclo se hizo en febrero, quizás para sacudirnos un poco la modorra de las vacaciones. Fue un evento más pequeño que lo habitual, pero en un ambiente sumamente relajado. No hubo bodega anfitriona, así que se ofreció una selección de vinos provenientes de la cava del restaurante.

La recepción comenzó puntualmente a las 21.30 horas con los invitados ya sentados en las mesas. Se sirvió una “variedad de bocaditos y calentitos” típicos de la gastronomía del hotel, donde destacaron los suaves rollitos tibios de vegetales ahumados y el pincho agridulce de cerdo y peras. Estos fueron acompañados con Escorihuela Gascón Extra Brut ($115), un espumoso de Chardonnay y Pinot Noir muy bien logrado, de notable complejidad aromática y agradable perlage en boca.

Rápidamente llegó el primer paso de la cena, un “tiradito de langostinos y maracuyá, aire de limas y espuma de puerros”, plato con inspiración nikkei, etéreo y levemente agridulce. Para beber se ofreció el Alma Negra Misterio V Blanco 2012 ($130), un vino elaborado con uvas Viognier fermentadas en barricas, que regala un abanico de aromas/sabores sutiles de flores, frutas blancas y trazos avainillados. Por su garbo y delicadeza, el vino escoltó sin inconvenientes el delicado plato, generando un ensamble muy placentero.  
 
El plato fuerte de la noche fue un “lomo de cordero sobre puré de batatas, castañas de cajú y menta con vegetales de la huerta”, una preparación de sabores definidos e interesantes texturas, donde destacaba la carne ovina en una excelente punto de cocción. Escoltaron este paso dos productos muy diferentes. El primero fue un Marchiori & Barraud Cabernet Sauvignon Pedriel 2012 ($90), un tinto mendocino con buena tipicidad varietal, aunque algo atenuada para lo que se espera del cepaje. Un vino pleno de aromas maduros y trazos especiados, con paso de boca ligero y taninos pulidos, a pesar de la juventud. El segundo fue un Colomé Estate Malbec 2011 ($180), un tinto impetuoso y vibrante, con la impronta terrosa y mineral de los Valles Calchaquíes a flor de piel; a diferencia del anterior, este es un vino potente, de paso lleno y taninos firmes. Más allá de la diferencia de precios, ambas botellas mostraron una calidad destacada. A mi entender, fue mejor la armonía con el segundo tinto, pues las intensidades marcadas de plato y vino se balancearon perfectamente.

Para limpiar el paladar después del cordero, se sirvió una refrescante granita de Cynar, Campari, pomelo y menta.

Finalmente, el postre fue una “trufa de chocolate blanco y papel de arándanos”. Una preparación liviana, acompañada de un mix de frutos rojos que aportaba gran frescura. Aquí se sirvió el espumoso Encuentro Brut Nature ($195), elaborado por método tradicional con uvas Pinot Noir, de perfil fresco, finas burbujas y gran elegancia. El maridaje fue muy agradable, pues este vino efervescente supo escoltar la intensidad moderadamente golosa del postre. 

Cerró la noche el café y la charla animada con amigos, estirando la velada hasta casi la una y media de la madrugada. Allí nos fuimos con el placer de haber degustado ricos vinos argentinos, en compañía de buena comida y mejores amigos.

¡Esperamos que pasen volando estas semanas, para volver a reunirnos el 27 de marzo en otro nuevo Wine Tour! 

   

(*)Sommelier y docente – [email protected]

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