Bolivia según Baravalle

Bolivia no deja de sorprender en todo momento. Será por su cultura cerrada y muy diferente, o por ser precaria con respecto a comodidades a las que estamos acostumbrados, como el hecho de realizar un viaje en bus de 17 horas sin baño en el micro, y con un chofer que frena en la montaña y grita: “¡¡al baño!!”.

Pero nos concentremos en lo mejor, que es el mercado, los productos, la comida callejera, que es autentica y no como la de los locales y restaurantes, que venden comida italiana y americana (fast food) para enganchar a la gran cantidad de turistas que no se animan a los picantes, a los chicharrones o a las sopas, que sirven en bolsas de nylon para llevar, entre otras delicias siempre contundentes.

En los mercados se encuentra de todo, todo lo que se encuentra en un híper, pero muchas veces repetidas. En Cochabamba era como un barrio, donde te perdías
por pasillos de puestos que parecían laberintos llenos de ropa, cosas de bazar, electrónica, alimentos, animales, todo. Una locura, pero hermosa.

Las cholas (mujeres con su atuendo característico) cocinan en un anafe la proteína
(llama, pollo, cordero, res) y ya tienen listas las ollas con chuño (papa seca hidratada), otras variedades de papa, mote (maíz grande y arenoso) y diversas guarniciones para acompañar la carne. Un espectáculo verlas cocina y disfrutar estos sabores tan intensos.

Probé el chicharrón de llama, carne que se doraba hasta ponerse crocante de frita en su propia grasa, y se acompañaba de chuño y mote. Me lo sirvieron en un plato forrado con una bolsa. Retiro el plato y entrego la bolsita para poder seguir el viaje, disfrutando mi comida, el paisaje y la gente, un conjunto de cosas que generan un país maravilloso.

Sigo viaje hacia Ecuador. Seguramente desde allí mandaré nuevas historias para compartir. ¡Saludos desde Cochabamba!

Chef Franco Baravalle.

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