Anoche participamos en la primera reunión del año de los Wine Tour del Sheraton, por la gentil invitación de Nicolás Costantini (Director de Alimentos & Bebidas del hotel). En esta oportunidad, la bodega convocante fue Escorihuela Gascón, quién presentó en exclusiva dos productos de exportación, además de sus tintos de gama alta.
El Wine Tour es ya una institución en la ciudad. Es el lugar de convergencia de muchos enófilos cordobeses, quienes todos los meses -desde hace ya varios años- llenan sus mesas para disfrutar de los grandes vinos y la mejor gastronomía.
Compartimos mesa con Ricardo Robledo (sommelier de la bodega), Nicolás (del hotel) y algunos vinotequeros locales, así que la conversación fue animada -y monotemática por supuesto- durante todo la noche.
La recepción comenzó apenas ingresamos al salón, con aperitivos en forma de “display de bocaditos varios”; un clásico del hotel donde la cocina se luce con sus cuidadas preparaciones en miniatura (espectaculares la focaccia de salmón rosado y la tostada de avena con morcilla y chutney agridulce).
Para acompañar estos bocadillos se sirvió el Don Miguel Gascón Torrontés 2011 (exclusivo para mercado externo), un blanco fresco y liviano, con agradable carácter varietal. El vino acompañó respetuosamente los appetizer, permitiendo que los sabores de estos se lucieran a pleno.
Al sentarnos, nos esperaba un platito de panes caseros al que no pudimos resistirnos (a pesar de que el protocolo diga que este no debe comerse hasta empezar con la cena). En palabras del genial Oscar Wilde, “la mejor forma de evitar la tentación es caer en ella”.
Ya en la mesa, el primer tiempo fue un “dip de trucha con ralladura cítrica y chips de camarones”. Un plato exquisito, con el sabor y la textura del pescado impecables (nada de odiosas sobre-cocciones) sobre un pequeño espejo de emulsión de caqui ligeramente dulce y picante. Fue servido con el Don Miguel Gascón Bonarda 2010 (exclusivo para mercado externo); un tinto agradable, de cuerpo medio y buen balance en boca (frutado y con la madera justa, bastante lejos de los bonardas “rústicos” a los que estamos acostumbrados). ¡Una verdadera lástima que este vino no se comercialice en el país! Si bien la combinación fue interesante, me parece que el vino “tapó” un poco los sutiles sabores del plato servido.
La cena continuó con un “raviolón grillado sobre provoleta marinada”. Un plato de sabores contundentes, suculento, bien al gusto argentino. El raviolón a la plancha tenía un clásico relleno de ternera, ricota y parmesano, suavizado apenas por una fresca salsa de tomate. El vino que acompañó fue Pequeñas Producciones Cabernet Sauvignon 2008 ($160). Este tinto me parece uno de los mejores de la línea, con su personalidad seductora y gran tipicidad varietal. En nariz se adivina sin problemas el cepaje, con sus nítidos aromas de frutas negras, especias y suaves notas de crianza. En la boca tiene un paso ágil, taninos presentes pero dóciles y una larguísima persistencia. Aquí el maridaje funcionó de maravillas, pues los sabores intensos del plato hicieron notable contrapunto con la expresión poderosa del vino. ¡Exquisito!
El tercer tiempo fue una “degustación de cordero con esferas de papas”. Un gustoso plato de cordero en dos cocciones, por una lado un pequeño rack de braseado y por el otro un guisado corto con vegetales. El plato fue presentado junto al Pequeñas Producciones Syrah 2008 ($160). Este vino es un fiel exponente de la variedad; tiene una compleja nariz de notas especiadas, terrosas y animales; sumada a una boca llena, sabrosa y de estructura tánica moderada. El maridaje fue realmente interesante, pues los aromas seductores y algo “cárnicos” del vino acompañaron adecuadamente el sabor rotundo de la carne ovina. ¡Delicioso!
Finalmente, el postre fue una tentadora “panna cotta de Bailey´s sobre imprimé azteca y crema crocante de nocciola”. Un plato goloso, de gran atractivo visual y con el sabor inconfundible del famoso licor irlandés. Fue servido junto al Familia Gascón Extra Brut; un espumoso bien simple y agradable (elaborado con uvas chardonnay y chenin), que refrescó nuestra boca después de las voluptuosidades de la cena y fue la excusa perfecta para el brindis final.
El evento terminó como siempre con buen café y petit fours de chocolate, un ratito de distendida sobremesa y los tradicionales sorteos. Pasada la una de la mañana, dejamos el hotel para descansar; si no hoy no podríamos estar escribiendo esta reseña.
¡Hasta el próximo Wine Tour, nos veremos en abril!