Por Sergio Chazarreta (*)
Un lugar emerge como un oasis gastronómico, cautivando a los paladares más exigentes con su fusión única de tradición y creatividad. El restaurante santiagueño Amasijo, ubicado en la avenida Moreno Sur al 622, se erige como un faro culinario, guiando a los comensales a través de un viaje sensorial donde la autenticidad se encuentra en cada bocado.
En una entrevista con Agustín Kuran y Flor Nieva, los fundadores de Amasijo, nos sumergimos en la esencia de este excepcional proyecto gastronómico, donde el sabor auténtico se encuentra con la sostenibilidad, la innovación y el profundo respeto por las tradiciones.
Esta pareja visionaria nos llevó a un viaje culinario que trasciende las fronteras de lo convencional y nos invita a descubrir Santiago del Estero a través de sus deliciosos platos. Desde el momento en que se cruza el umbral de Amasijo, se siente una cálida bienvenida. La decoración, con su mezcla de elementos rústicos y modernos, crea un ambiente acogedor y relajado. Las paredes adornadas con arte local y la iluminación tenue contribuyen a una atmósfera íntima, perfecta para una velada romántica o una reunión amistosa familiar o empresarial.
Amasijo se destaca por su compromiso con la comunidad local, al integrar todos sus decoraciones (que son provenientes de las 27 localidades santiagueñas)y el medio ambiente.
Cocina santiagueña elevada
Lo que distingue a Amasijo es su dedicación a preservar las raíces culinarias santiagueñas.
En nuestra conversación, los fundadores compartieron su pasión por agregar valor en origen a productos nativos como el chañar, la algarroba, la tuna, fusionándolos con la cocina moderna para crear experiencias de sabor únicas. Su amor por la tierra se refleja en cada plato, donde el cabrito local cobra vida en las manos de su equipo de cocina, apasionados y comprometidos.
Cuentan lazos con mujeres productoras de zonas periurbanas y rurales, que son guardianas silenciosas de la sustentabilidad, luchadoras incansables contra el desperdicio y arquitectas del cambio social. Pioneras en la adopción de prácticas agrícolas sostenibles: desde huevos de campo, hortalizas y frutos de recolección. Con un conocimiento ancestral de la tierra, han abrazado métodos agrícolas respetuosos con el medio ambiente.
Además, estas mujeres son maestras en la reducción de desperdicios. Desde la huerta hasta la mesa, comprenden el valor de cada recurso y trabajan diligentemente para minimizar la pérdida de alimentos. A través de la conservación, creación de productos, contribuyen significativamente a la lucha contra el desperdicio alimentario y, por ende, a la preservación de nuestro planeta.
Al dedicarse a prácticas sostenibles, generan un impacto económico positivo en sus comunidades vinculadas que son muchas y llenas de anécdotas. Al cultivar productos y participar en mercados locales, no solo crean empleos, sino que también fortalecen la economía local y promueven un ciclo de prosperidad compartida. Además, son agentes de cambio social asumiendo roles activos en la toma de decisiones comunitarias y educando a las generaciones futuras sobre la importancia de la sustentabilidad, dando forma así a una mentalidad colectiva más consciente.
(*) Equipo de CG