Hace pocos días, la Confitería Ñu Porá anunció que cierra sus puertas a partir del 1 de agosto. La noticia sorprendió porque este lugar emblemático de las Sierras Chicas había logrado abrir en pandemia generando una gran expectativa en el público.

Por eso, dialogamos con Mariano Rivarola, uno de los socios que llevó adelante este proyecto, para conocer de cerca la situación que está atravesando la confitería.

¿Cuáles son los motivos por los que tienen que cerrar?

Tomamos la decisión de cerrar la confitería a partir de encontrarnos acorralados en la situación de incumplimiento por parte del propietario de hacer las remodelaciones que se había comprometido para jerarquizar esto: desde una gotera hasta una serie de mejoras que tenía que hacer para el acceso de proveedores y refacciones de la cocina. También, los motivos tiene que ver con el impedimento por parte del propietario de autorizarnos las mejoras, para que la vieja cocina del año 46 (con remodelaciones en el año 70) pudiera adecuarse a las actuales necesidades de seguridad industrial e higiene. Por ejemplo, los extractores de humo, la campana, los circuitos de agua separados de la electricidad. Entonces, no podemos llegar a la habilitación definitiva a partir de los impedimentos. Si bien las inversiones quedaban a cargo nuestro y quedaban como mejoras para la propiedad, el propietario no nos aceptaban hacerlas. Él tiene la intención de recuperar la propiedad para uso particular, no tiene ningún compromiso ni con la gastronomía ni con el turismo. Esto empezó con incumplimientos, después nos ha ido cerrando el portón, cambiando el candado de acceso de proveedores, así que por la entrada principal tenemos que hacer todo el abastecimiento de la mercadería.

¿Qué se siente después de haber revalorizado un lugar emblemático y ahora tener que cerrar?

Sentimos una gran impotencia de haber llegado con éxito a mitad de camino de algo que nadie creía que lo íbamos a poder hacer. Somos un caso exitoso desarrollado a partir del contexto de pandemia, abrimos en enero de 2021, y decidimos apostar a esto. En ese momento era una tranquilidad cobrar un alquiler porque nadie creía que nosotros íbamos a lograr lo que hemos logrado. Hoy, sentimos una gran impotencia porque el nivel de expectativas que hemos despertado en nuestros clientes, ha desarrollado una clientela y ha encontrado un segmento de mercado con un nivel de exigencia en los platos que nosotros hemos ido cumpliendo, pero la cantidad de gente, hace que empecemos a tener demoras en el despacho. Necesitamos ampliar, invertir y desarrollar porque somos una confitería de montaña, en un lugar que trabaja con gas envasado, así que todas esas desventajas de logística y de costos, las tenemos que suplir con más inversión, más capacidad de fuegos y más instalación: necesitamos un zeppelin, unas cañerías más gruesas, una serie de proyectos que un especialista en higiene y salubridad ya nos proyectó, compramos los elementos, pero no nos autorizan a instalarlo. Entonces, hoy un bife de chorizo, una trucha a la manteca negra tiene una demora, cuando está el salón lleno un domingo al mediodía, de por lo menos 50 minutos. Lo que hace caer la calidad. Si bien nosotros amenizamos la espera y advertimos que va a haber una demora en el servicio, empezamos a ver que de tener cinco estrellas en las calificaciones de Google, comenzaron a bajar a dos o tres, y mucha queja que ya no podíamos contener.

Silvana, la chef de Ñu Porá.

¿Cuáles son los planes a futuro?

Somos cuatro socios, cada uno desde una orientación profesional diferente, pero la sociedad se disuelve. Cada uno seguirá con sus trabajos respectivos: Lisandro De Loredo es despachante de vuelos, su esposa Mariela seguirá en el área de Turismo de Río Ceballos, yo soy asesor de empresas familiares, y mi mujer, Silvana Riccioni, que es la chef, seguirá vinculada a la gastronomía. En este momento estamos buscando otros lugares, donde poder desarrollar una propuesta parecida y donde focalizar tanta energía y ganas de hacer cosas.