Por Alejandro Maglione (*)
El tema
Como todo, los temas van apareciendo, muchas veces, de las charlas con amigos. En este caso fue mi amigo Pablo B. el que me dijo que el tema de las DOC y la IG lucía como un gran engorro para el común de la gente. Le respondí que no solo no era un tema engorroso, sino que, bien aplicado, era sumamente beneficioso para los países que lo utilizan.
¿Qué son?
Mire que fácil. DOC es Denominación de Origen Controlada, que tiene una gran parecido con DOP -que se usa con los mismos propósitos en otros países, y que quiere decir Denominación de Origen Protegida. En el caso de la IG se refiere a la Indicación Geográfica. Es decir, es una certificación del lugar donde un producto fue elaborado u obtenido.
Sintetizando, luego veremos más en detalle la cuestión, se puede decir que toda DOC es una IG, pero no a la inversa.
Un tema serio
Mire el tema es serio. Con el cuento de la DOC «La Rioja», España está intentando que en la Argentina los vinos y productos venidos de nuestra querida provincia del mismo nombre, no puedan identificarse de tal modo, porque se confunden con los de la península ibérica. Y a los hispanos les dio un soponcio cuando la justicia argentina falló a favor de nuestros productos riojanos, para que usen la denominación todo lo que quieran. Pienso que deberían quejarse con los descendientes de los fulanos que no tuvieron gran imaginación a la hora de bautizar ciudades que fundaban, tomando los nombres de los ya existentes en la Madre Patria.
Igualmente, nuevamente España, acompañada de Portugal, en este caso, obtuvo una decisión del Parlamente Europeo por la cual no pueden usar en Europa el término «sangría» los productos que no hayan sido elaborados en estos dos países.
Historia antigua
El tema de la DOC se puede decir que se origina, según algunos, en la decisión del Marqués de Pombal, que a la sazón era el Primer Ministro de José I de Portugal, que el 10 de septiembre de 1756 crea en Oporto la Compañía General de la Agricultura de las Viñas del Alto Duero, para asegurar la calidad del vino de Oporto, que, al parecer, los ingleses, principales consumidores del producto, habían encontrado la forma de falsearlo y así obtener una bebida con algún parecido, pero con un precio sumamente inferior.
Pombal monta en cólera con esta maniobra de baja estofa, arma su «Companhía Geral», y al mismo tiempo delimita el territorio con 335 mojones de piedra y lo denomina «Feitoria», que viene a ser la región donde se podía producir el vino fino y al mismo tiempo el único que se podía exportar a Inglaterra con esa denominación. Los durinenses todos contentos, mientras los ingleses volvieron a pagar por sus productos lo que valían. Esta Compañía se podría decir que fue el primer Consejo Controlador de la Denominación de Origen.
Diversos acuerdos internacionales fueron precisando los alcances de estas protecciones, y los principales han sido el Tratado de París de Marcas Industriales de 1883; a éste le siguió el Tratado de Madrid de 1891; y se perfeccionó con el Tratado de Lisboa de 1958. Los convenios del GATT que crearon la Organización Mundial de Comercio en 1995 se ocupan de poner el tema bajo su jurisdicción. Como que el Tratado del MERCOSUR también compromete a los países miembros a respetar las denominaciones de origen de cada país de manera recíproca.
Argentina
Nuestro país tiene una ley que rige tanto la DOC como la IG, y es la 25.380 del 2000 y su modificatoria 25.966 del 2004, que se refiere a productos agrícolas y alimentarios, específicamente. En el caso de la Indicación Geográfica la define: «Indicación Geográfica es aquella que identifica a un producto, originario del territorio de un país, o de una región o localidad de ese territorio, cuando determinada calidad u otras características del producto sean atribuibles fundamentalmente a su origen geográfico».
La misma ley habla de lo que se debe entender por Denominación de Origen: «el nombre de una región, provincia, departamento, distrito, localidad o de un área del territorio nacional debidamente registrada que sirve para designar un producto originario de ellos y cuyas cualidades o características se deban exclusiva o esencialmente al medio geográfico, comprendidos los factores naturales y los factores humanos».
La diferencia es que en la IG basta que el producto provenga de una zona geográfica. En la DOC interviene el factor humano agregándole valor a través de regular sobre el cómo debe ser elaborado ese producto.
Salame tandilero
Esta legislación se regula desde el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Pesca a través de la Comisión Evaluadora de Denominación de Origen e Indentificación Geográfica, que fue la que analizó el protocolo que presentó un grupo de productores de salame de Tandil para conseguir su DOC.
El grupo de productores que se juntó coincidió en que lo que cada uno consideraba el salame típico de la zona, terminaba teniendo un parecido notable con el que producían los otros: se trataba de un salame de picado grueso, con un largo aproximado de 12 centímetros y 5,5 centímetros de diámetro, con un peso aproximado de 250 gramos. Elaborado con 90% de carne de cerdo y 10% de carne vacuna, con importante presencia de la pimienta, no obstante suave al paladar, con buen aroma y sabor perdurable.
Luján de Cuyo
El vino no podía estar ausente de esta posibilidad de autoregularse para agregar valor a la producción regional. La primera región en reunir a sus productores para esto fue la denominada Luján de cuyo en Mendoza, que voluntariamente integran el Consejo de Denominación de Origen de esa región. Esta movida fue rápidamente imitada por las zonas de San Rafael en Mendoza y el Valle de Famatina en La Rioja. La primera DOC otorgada por el Instituto Nacional de Vitivinicultura ha sido para Luján de Cuyo.
Las bodegas que se adhirieron originalmente fueron Chandon, Nieto-Senetiner, Cavas de Weinert, Leoncio Arizu, Lagarde, Cavas de Pedriel, Etchart, Cabrini y Robino. Y se dieron un presidente temible del Consejo de DOC (dicho en el buen sentido): el ingeniero Alberto Arizu, que explicó con precisión cuáles han sido las reglas aceptadas para poder poner en las etiquetas de sus vinos la correspondiente certificación: «El sistema de cultivo admite una densidad de hasta 5.500 plantas por hectárea con un sistema de conducción de contra espaldera baja de 3 alambres con una separación de hileras de 1,80 metros y entre cepas entre 0,80 y un metro». Y la cosa sigue, y sigue, hasta el mínimo detalle.
Y la delimitación geográfica es también bien precisa: comprende la ciudad de Luján, Mayor Drummond, Vistalba, Las Compuertas, Carrodilla, La Puntilla, Chacras de Corian, Perdriel y Agrelo.
A este momento
Hoy sabemos que están en proceso de ser aprobados o ya aprobados los expedientes del Aceite de Oliva Extra de Maipú y otro tanto el de Mendoza; el chivito criollo de Chos Malal en Neuquén; el cordero patagónico; la lana de Camarones; el maní de Córdoba; la miel de la cuña boscosa santafesina; el salame de Tandil, del que ya hablamos.
Y están avanzando: chocolates de Bariloche; frutillas de Coronda; lima de Iguazú; pasas de uva y aceite de oliva de San Juan; queso de Tafí del Valle; el alcaucil bonaerense; duraznos de San Pedro de la Prov. de Buenos Aires; manzanas y peras de San Patricio del Chañar en Neuquén y el tomate platense.
Conclusión
El tema es de suma importancia y es un buen ejemplo del trabajo coordinado entre sector público y el privado. Los productos con DOC e IG se sabe que tienen por ese solo hecho un gran valor agregado, que se traduce en mejores precios para los productores. Pero también hay un valor importante para el consumidor que no debe ser sorprendido con promesas de calidad u origen que no se corresponden con la verdad.
En la Argentina nos falta un largo camino por recorrer, si tenemos en cuenta que en el mundo se protegen con estas identificaciones y denominaciones no solo vinos o bebidas espirituosas, sino que también quesos, tabaco, café, té, cacao, textiles, acero, cristalería y hasta porcelana. Quizás, en mi próximo viaje a Medellín, Colombia, ya no encuentre en algún supermercado el «salame de Tandil» producido en aquel país. ¡Ojalá!
(*) Nota de Alejandro Maglione para ConexiónBrando
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