Las sutilezas de los vinos naturales

(*) Por Roberto Colmenarejo


«El mejor vino es aquel que nos deleita con su calidad natural» (De Re Rustica, Lucio Moderato Columela, siglo I d.C.)

Los vinos naturales (“crudos” o “desnudos”, como los mencionan otros autores) son aquellos que se vinifican con la mínima intervención humana en el proceso, evitando al máximo los tratamientos físicos innecesarios y el uso de aditivos químicos durante la elaboración. Son productos que reflejan fielmente lo que la uva -y el medio donde esta crece- pueden brindar, actuando allí el enólogo como un mero guía de los procesos biológicos que se suceden durante la conversión del mosto en vino.

Son productos bastante diferentes a los vinos que estamos acostumbrados a tomar, que generalmente han sido trabajados para obtener un perfil sensorial determinado y suelen parecer organolépticamente pobres y simplones a quienes los prueban por primera vez. Sin embargo, a medida que se los descubre y degusta con atención, se empiezan a descubrir las pequeñas sutilezas que marca el terruño.
 
Están actualmente muy en boga tanto en Europa como en los Estados Unidos, aunque personalmente me gustaría que esto no fuera sólo una moda si no una tendencia general hacia una elaboración menos invasiva y más respetuosa con la naturaleza.

Un último consejo: estos vinos no son ni mejores ni peores que los industrializados, simplemente son más genuinos y ecológicos. Requieren del degustador un poco más de paciencia y sensibilidad para percibir los suaves matices que la sabia naturaleza brinda.

Si quieren iniciarse en el mundo de los vinos naturales, aquí seis buenos ejemplos: 

. Viñas de Alto Salvador Rosado 2012 ($29): Un rosado con certificación orgánica casi desconocido en el mercado local -se exporta la mayoría-, elaborado por una pequeña bodega del dpto. San Martín (Mendoza). No posee mención varietal en la etiqueta, pero por sus características organolépticas podría inferir que está elaborado con uvas Malbec. Un vino directo y simple; de color cereza brillante, con nítidos aromas frutados y algo herbáceos. En la boca tiene una entrada amable, cuerpo medio, sensación frutal intensa, correcta acidez y buena persistencia. Un vino bien natural, en un precio muy lógico.

. Buanalma Malbec Rosé 2011 ($75): Este rosado es el primero en nuestro país con certificación biodinámica, que es una forma de cultivo sustentable que además rige sus labores por los ciclos de la naturaleza. Está elaborado en la Finca Dinamia (San Rafael). Esta finca es el proyecto personal de Alejandro Bianchi -descendiente de una tradicional familia bodeguera del sur mendocino- para elaborar vinos orgánicos y naturales. El vino el cuestión seduce con una tonalidad rosada radiante, límpida y vivaz. En la nariz los aromas son de frutas frescas (frutillas, frambuesas); dando paso a una boca ligera, fresca y muy disfrutable. Un rosado algo caro, pero que representa una buena introducción a los vinos de producción biodinámica!.

. Noble de San Javier Malbec 2012 ($40): Reconozco tener una gran predilección por los vinos de esta bodega cordobesa, elaborados con mucho esfuerzo y pasión por la familia de Nicolás Jascalevich. Desde el comienzo estos vinos han sido elaborados en pequeña escala, con máxima consideración por el entorno natural e ínfima intrusión enológica. Este año me sorprendieron gratamente con este tinto joven absolutamente “desnudo” pero exquisito. Un malbec de Traslasierra que no necesita de ningún “maquillaje» para destacarse y cautivar. Fue fermentado solo con levaduras silvestres en tanques de acero inoxidable. Posee nítidos aromas frutales (ciruelas, moras) y toques herbáceos; que se abren a una boca sabrosa, plena, de gran balance y frescura sostenida. Cada vez que lo pruebo me da la impresión de estar comiendo la uva en estado puro, sin artificios ni retoques. Una experiencia diferente -a un precio moderado al que todos pueden acceder- que realmente vale la pena. Un vino natural que juega de local.

. Familia Cecchín Carignan 2008 ($50): Alberto Cecchín es un viticultor mendocino, tercera generación de una familia que se ha dedicado a las labores agrícolas desde hace casi un siglo. Elabora vinos orgánicos en su pequeña finca y bodega de Russel (Maipú). Es el único bodeguero nacional que pertenece a la asociación de origen francés  “AAA” (Agricultores, Artesanos y Artistas); un grupo que nuclea a los viñateros que elaboran sus vinos de manera absolutamente natural y con superlativo respeto por la naturaleza. De todos sus productos, este es el que más me gusta por su singularidad. Un tinto elaborado con la cepa Carignan, originaria del Ródano y muy utilizado en Chile, pero casi desconocida en nuestro medio. Muestra aromas de gran sutileza y complejidad -a pesar de no haber recibido crianza en madera-, que se mueven entre lo especiado y las frutas pasas, más algunos dejos minerales/terrosos muy agradables. En la boca es bien  fluido y suelto, de paso franco, repite sensaciones frutales, con taninos apaciguados y considerable persistencia. ¡Rareza absoluta, que no se puede dejar de probar!   

. Dieter Meier Puro Cabernet Sauvignon 2011 ($75): Dieter Meier es un polifacético artista y músico de origen suizo, quien entre un sinfín de actividades y proyectos por todo el mundo, tiene en Mendoza la Finca Ojo de Vino. Allí se producen vinos con certificación orgánica, que se exportan en su gran mayoría (95%). Desde el año pasado, una pequeña fracción de lo producido en este emprendimiento también se comercializan en el país. Este Cabernet Sauvignon es joven y bastante liviano, para lo que uno espera del cepaje. La primera nariz nos trae agradables aromas de frutas negras maduras, que luego se van abriendo a trazos especiados y algo de cuero. La boca es ágil, sabrosa, con taninos bastante suaves -a pesar de su juventud- y moderada persistencia. Un tinto para ávidos buscadores de novedades.  

. Paradigma 2009 ($146): Este es uno de los grandes tintos argentinos, elaborado por las manos sabias de un “prócer” de la enología nacional como es Don Ángel Mendoza. Este producto se vinifica en la pequeña bodega familiar “Domaine St. Diego” (Lunlunta, Mendoza) con un assamblage de las mejores uvas Malbec, Cabernet Franc y Cabernet Sauvignon. Es otro tinto que no ha tenido ningún contacto con roble, y sin embargo es sumamente voluminoso, complejo y muy longevo. Este vino seduce desde el color, violáceo vivaz y profundo. Los aromas ofrecen una intensa paleta de tonos balsámicos, especiados y frutales confitados. Tiene una boca pletórica de sabores, donde vuelve a aparecer la confitura de frutas; ofrece una acidez firme y refrescante, taninos sosegados, excelente balance y una persistencia casi eterna. Una botella para tomar ya o guardar sin problemas un par de años más. ¡Soberbio exponente de la vitivinicultura nacional, que demuestra que la madera no siempre es necesaria para hacer grandes vinos! 

¿Y a ustedes, los tientan los vinos naturales?¿Conocen algún otro para agregar a la lista?

¡Hasta la próxima copa!

(*)Sommelier y docente – [email protected]

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